CANIS LUPUS SIGNATUS.
Nombre latino de uno de nuestros
depredadores naturales de la Península Ibérica. Nuestro querido, amado y a la
vez denostado Lobo Ibérico.
Sus
aullidos, mal que bien, aún resuenan en nuestros montes Cántabros, en
Castilla-León y algunos en Extremadura y Despeñaperros. Suena un aullido, luego
silencio. En la llanura castellana huele a pino, a hojarasca y, a veces, al
agua de alguna nube despistada que intenta calarnos en nuestro Hide particular. Andamos por la Sierra
de la Culebra, en la provincia de Zamora, a la caza fotográfica de uno de los
más bellos cánidos que aún quedan en nuestra tierra Hispana. El lobo ibérico o Canis Lupus Signatus, es el rey de gran
parte de la Península, por ahora, en especial de la parte nororiental. Tiene
ojos canela, piel color tierra, más roja en verano que en invierno, y manchas
blancas sobre los belfos, líneas negras que recorren las patas delanteras,
marca oscura en la cola, y sobre la espalda, una mancha en forma de cruz. Su
semblante y su mirada son de gran nobleza.
Actualmente, se calcula que
existen unas trescientas manadas, con algo más de dos mil individuos. El
noventa por ciento están en Galicia y Castilla-León, porque se sabe que los
lobos que pululan a veces por Cataluña proceden de Italia. El carnívoro solo
tiene de adulto un enemigo, el hombre. Por eso, y lo sabemos con certeza,
porque hemos pasado muchas madrugadas observándolo, siempre, anda olfateando
todas las noches, por Castilla, por Galicia, por Asturias, o por el Sur, la
presencia del hombre, del cazador sin escrúpulos, de las trampas asesinas y de
los venenos. Ahora mismo pone todos sus sentidos en un medio hostil, en un
medio en el que solo pide algo tan sencillo como: SOBREVIVIR.
EQUIPO MUNDOPRESS.
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